Cuando los científicos que elaboran el informe anual para el Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES) salieron al mar el pasado mes de julio tenían la esperanza de que las sardinas se hubieran recuperado un poco. El año anterior ya habían recomendado el cese total de las capturas y el Gobierno había limitado la cuota a muchas menos toneladas. «La idea era esperar a esta segunda parte del año para ver cómo había ido la campaña y ver si seguía igual», explica Isabel Riveiro, investigadora del Instituto Español de Oceanografía (IEO) de Vigo. «Pero lo que hemos visto es que la biomasa sigue igual y hemos vuelto a recomendar que se cierre».
Según los científicos, a pesar de que se han limitado las capturas, estamos en los niveles más bajos de biomasa de la serie histórica debido básicamente a que el reclutamiento, el número de individuos jóvenes que se incorporan en la pesquería, es más bajo que nunca. La gráfica de su evolución produce escalofríos; la cantidad de sardinas pega un bajón de tal calibre que ha llevado a algunos científicos a advertir de que la especie está al borde del colapso.
«Estamos en los niveles más bajos de biomasa de sardinas de la serie histórica»
«Estimamos que ahora la biomasa está por debajo de 200.000 toneladas y en el pasado estuvo alrededor de un millón», asegura Riveiro. «Y esto para todo el stock que va desde el golfo de Cádiz hasta la frontera con Francia en el golfo de Vizcaya». A pesar de las advertencias de los biólogos, los pescadores creen que la sardina no está tan mal como dicen y que está recuperando. «Sabemos que la sardina llevaba unos años en descenso preocupante, pero ahora estamos en un momento en que ya rebotó y va incrementando día a día», asegura Andrés García, representante de la Asociación de Armadores de Cerco de Galicia. «No podemos decir que esté mal, hay especie, abunda, aunque no es la de hace 20 años». Los biólogos, en cambio, advierten de que la visión de los pescadores está sesgada por el propio comportamiento de la sardina cuando su número desciende. «El problema es que cuando hay poco se quedan en la zona central, si pescas en la zona núcleo de la distribución de la especie tu sensación puede ser incluso de que hay más», explica Riveiro. «Lo que sucede es que forman bancos más densos, pero el número de bancos es mucho menor».
Una huida hacia el norte
Las advertencias del ICES se suman a las observaciones de otros científicos sobre la evolución de las pesquerías. En el año 2015, el equipo del investigador de la Universidad de Barcelona Ignasi Montero-Serra analizó 57.000 censos de peces de la pesca comercial realizados de forma independiente a lo largo de la plataforma continental europea entre los años 1965 y 2012 y descubrió que especies como las sardinas y las anchoas están huyendo hacia el mar del Norte y el Báltico, probablemente debido al calentamiento de las aguas. «Lo que vimos es que estas poblaciones de sardina y anchoa están muy condicionadas por cambios ambientales y responden muy rápido al cambio de temperatura», explica. De hecho, sus estudios indican que el reclutamiento —la supervivencia de las larvas de estas especies— se puede ver alterada por estos pequeños cambios. «Si subes o bajas del rango óptimo de supervivencia aumenta la mortalidad, lo que podría explicar en parte este avance hacia el mar del Norte».
«El cambio climático no solo aumenta la temperatura, también hace que las estaciones sean diferentes»
Según Riveiro, otros factores como los cambios en las corrientes, que se llevan las larvas a zonas más interiores del mar, podrían estar detrás de esta falta de recuperación de la población de sardinas. «El cambio climático no solo aumenta la temperatura, también hace que las estaciones sean diferentes, y las especies no tienen margen para reaccionar», explica. «Ellas se adaptan a la duración del día; si pone sus huevos de enero a junio los va a poner igual, tienen fijada genéticamente su estrategia y modificarla lleva muchísimo tiempo. Pero si de pronto las estaciones no son iguales y los huevos no se retienen en la costa cuando están poniendo, puede ser la causa de que no reclute».
Iago Tomé, patrón Mayor de la Cofradía de Raxó, lleva toda la vida saliendo al mar y cree que estos cambios son evidentes. «Yo cuando empecé al mar tenía 14 años, ahora voy hacer 40 y se nota muchísimo», asegura. «Cuando yo empecé, ibas con menos redes y pescabas mucho más, gracias a los temporales de noviembre y diciembre, que ahora no entran o entran a destiempo. Y no solo afecta a la sardina, sino a todas las especies. El choco no entraba en las rías hasta febrero o marzo, ahora ya lo coges antes; la solla, un pez parecido al lenguado, antes se cogía en enero o febrero y ahora mismo ya no lo tenemos», insiste. «El agua está calentísima, el otro día teníamos el agua a 23 grados, eso es malísimo. Hay gente que no le está dando importancia y en la pesca influye muchísimo».
«Cuando yo empecé, ibas con menos redes y pescabas mucho más, gracias a los temporales, que ahora no entran»
Estos cambios de temperatura se registran en todos los océanos. En el Atlántico norte la temperatura media de los últimos 30 años ha subido hasta 1,3°C. En las aguas del golfo de Vizcaya la temperatura media en la columna del litoral vasco ha subido casi medio grado en los últimos 30 años entre los 0 y los 110 metros lo que, lo que según Andrés Uriarte, investigador de Azti-Tecnalia, «parece poco, pero es muy notorio». Pero la situación es aún más dramática en el Mediterráneo, donde incremento de temperatura es de en torno a 1,1°C en las aguas superficiales (0-50 m) y de 0,7°C a partir de los 80 metros en los últimos 35 años. «Aquí el declive de las sardinas es espectacular», asegura Ana Sabatés, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC). «En valores anuales hemos pasado de 15.000 toneladas en el año 2000 y a unas 7.500 en 2016 para toda Cataluña». Y su vulnerabilidad, como en el Atlántico, tiene que ver con la supervivencia de las larvas. «Es una especie que se reproduce en invierno y es verdad que estos años los inviernos son menos fríos y más cortos, lo que de alguna manera hace que la reproducción se vea afectada. Pero no es un factor único, también parece que el plancton también está cambiando».
Los visitantes del sur
Este aumento continuado de la temperatura del agua ha reconfigurado los ecosistemas marinos y ha redistribuido las poblaciones, con la entrada de especies que habitaban en aguas tropicales y ahora tienen oportunidades en zonas que antes eran más frías. En Portugal y Galicia, por ejemplo, en los últimos años entran grandes bancos de caballón o estornino (Scomber colias). «Nosotros lo que notamos es que tenemos esta especie que antes no llegaba, la caballa del sur, el caballón; llevamos 2016 y 2017 viéndola por todas partes», asegura Andrés García. «Es una especie de aguas más cálidas, que viene del sur y ahora está en la fachada atlántica», explica Riveiro. «Es posible que le haga competencia a las sardinas porque ambas comen plancton y compiten por el mismo espacio. En Portugal, por ejemplo, ya he visto en los supermercados mucha conserva de caballón, así que quizá nos tendremos que adaptar a comer de otra manera». En el Mediterráneo, mientras tanto, es la sardinela la que está cubriendo los espacios que ocupaba tradicionalmente la sardina. «Hemos visto que esta especie de aguas cálidas y que vivía en el norte de África se ha extendido más al norte de la costa catalana», apunta Sabatés. «Antes no se pescaba y ahora se está pescando. Es muy similar a la sardina, hasta el punto de que a veces la venden en los mercados como tal».
«En los supermercados hay mucha conserva de caballón, así que quizá nos tendremos que adaptar a comer de otra manera»
Los cambios en los ecosistemas son tan grandes que incluso se están introduciendo especies de otros océanos. «Estamos viendo cambios importantes, y a lo mejor unas especies van a sustituir a otras», asegura Sabatés. Las especies de peces tropicales provenientes del Mar Rojo que entran por el Canal de Suez al Mediterráneo, son ya numerosas. Unas de las invasiones mas rápidas del Mediterráneo es la del pez corneta (Fistularia commersoni) que ya ha llegado a las costas ibéricas y también hay mucho pez globo (Lagocephalus sceleratus), que puede representar un riesgo para la salud por su toxicidad. Y un estudio reciente de Fiona Tomas, investigadora de IMEDEA (CSIC-UIB), certificó que otra especie invasora procedente del Mar Rojo, los peces conejo, han devastado los bosques de algas en el Mar Mediterráneo oriental y representan una gran amenaza para toda la cuenca mediterránea.
Un producto de lujo
Los restaurantes con tradición de servir sardinas en verano también están notando las consecuencias de su escasez. «En los últimos años cada vez está habiendo menos sardina, pero este año ha sido algo peculiar, está habiendo muy poquita», asegura Carlos Albariñas desde el restaurante O Peirao, en la localidad costera de Poio, donde llevan dos generaciones sirviendo este pescado a sus clientes. «La escasez es total, no hay lo que había antes», explica. «Antes se le daba de comer a las gaviotas porque sobraba, y hoy en día es artículo de lujo». La familia de Imanol, gerente del Hogar del pescador, en Santurtzi, lleva más de 50 años y tres generaciones sirviendo sardina. «No se encuentra una sardina de tamaño grande y el precio está por las nubes», reconoce. «Hace cinco años la encontrabas a 3 euros el kilo, y ahora a 7 u 8, depende del día».
«Hoy estuve llamando al mercado, en San Agustín, y casi me costó encontrarlas», asegura Teresa, cocinera de la pequeña cafetería Élite, en A Coruña, mítica por sus sardinas en San Juan. Ese día pueden vender hasta 400 sardinas y hasta ahora las han conseguido sin problemas, aunque reconoce que cada vez son más caras. Eduardo, de «Parrilas del mar», en Getxo, asegura que sardinas hay siempre y que lo difícil de conseguir es la garrocha del Cantábrico, de un tamaño medio tirando a pequeña y que es la que le demandan sus clientes. En su opinión, los precios de todos los pescados que eran populares, como la anchoa y el chicharro, han subido de forma exponencial, mientras que otros que ya eran caros, como el besugo, no han subido tanto.
Además de haber poca sardina, a los pequeños establecimientos les toca competir con los grandes supermercados, que se quedan con todo el producto. «En el mercado vas y no hay lo que tú quieres. Y antes había para escoger, del Cantábrico o del Mediterráneo, pero las hemos esquilmado», comenta Imanol. «Los últimos tres veranos han sido muy malos, cada vez está peor», se queja. Sin embargo, a pesar de las dificultades, ni restauradores ni clientes están dispuestos a renunciar a un manjar como la sardina. «Sea como sea, a nosotros la sardina no nos va a faltar nunca», concluye Albariñas. «Somos un referente y pelearemos por tenerla siempre en la mesa».